Ayer se publicó la noticia de que la quinta central nuclear argentina, denominada genéricamente como “Atucha IV”, estaría emplazada en la Provincia de Rio Negro y que la construcción de la misma se comenzaría a principios del año 2020.
Mi reacción, claramente, fue de alegría. Me parece una excelente oportunidad para la provincia y sé que redundara en innumerables beneficios para la región en general y en especial para localidad que la tenga cerca. Pero la reacción, que yo esperaba, de varios opinadores fue totalmente negativa.
En todas los casos las “razones” para no estar de acuerdo con la instalación – que por otra parte, dada la cantidad de años que falta para la construcción, es poco más que un anuncio político – son basadas en la falta de conocimiento. Desde la premisa de que “está dejando de usarse” hasta la que “contamina” están basadas en miedos muy publicitados y de escasa probabilidad de ocurrencia.
Ahí salta el tema: “O se a que puede ocurrir!”. Y sí, pueden ocurrir. También hay probabilidades de que caiga un inmenso meteorito que elimine la vida en la tierra, o que un avión caiga en al patio de tu casa, o que un rayo te caiga en la cabeza, o que te resbales en la bañadera y te partas la cabeza. Pero cada caso tiene probabilidades y la de la industria nuclear es muy baja probabilidad.
Es mentira que se está dejando de usar ya que es una forma de energía confiable y de muy baja contaminación. Existen proyectos en todo el mundo para seguir construyendo centrales nucleares donde podemos incluir 20 chinas, 4 norteamericanas, 7 rusas, 2 japonesas. Y podemos seguir por un buen rato. La industria nuclear probó ser más segura, mas barata y más eficiente que la mayoría de sus alternativas.
El caso de Alemania es falso. Este país Europeo no dejó – tiene 9 centrales en funcionamiento -, ni va a dejar, de usar energía producida por centrales nucleares. Ya no las construirá en su territorio (al menos por ahora), pero compra energía a Francia que tiene 58 centrales en funcionamiento (y una en construcción).
Lo principal que debemos entender es que estamos destruyendo el planeta, y mucho tiene que ver la forma en que producimos energía. El uso de combustibles fósiles es un arma que está eliminando glaciares, ecosistemas, especies y que, si no cambiamos pronto, nos eliminará a nosotros. Nuestro planeta necesita que produzcamos energía sin el uso de estos combustibles, el cambio se debe dar en el cortísimo plazo, y la energía nuclear es una de las más viables (además de una de las más baratas).
¿Eso descarta las otras energías como la eólica o la solar? Nunca! Pero las energías renovables “estrella” son renovables, es cierto, pero son contaminantes, tanto o más que la nuclear, sobre todo en el impacto ambiental. El esquema ideal es tener una matriz diversificada que incluya una diversa forma de generar energía en detrimento de las energías que queman combustible cuyo descarte va a parar a la atmosfera.
Tener esta central en la provincia traerá, no solo trabajo a la gente que participe en la construcción generando una nueva dinámica económica, sino que el simple hecho de operarla requiere de personal altamente capacitado que además participará en diferentes espacios de la región, algunos optaran ser profesores, maestros, abrirán sus propios comercios. Derramarán conocimiento (algo, que al contrario del dinero, si se derrama).
¿Y los residuos? Ahh ese famoso tema! ¿Alguna vez, alguno de los “desastres” que enumeran como “prueba” de los problemas nucleares incluye a los residuos? No. ¿Saben por qué? Primero porque los residuos no existen, se llaman combustibles quemados y son totalmente reciclados. Al quemar las barras de uranio se generan una serie de subproductos que, por estar perfectamente contenidos, son tratados para ser o bien reutilizados en otra central, o ser utilizados en otras industrias. Y segundo porque, como mencioné, están perfectamente contenidos, controlados, enumerados y protegidos.
En definitiva, no veo una sola contra a tener una central en la provincia.